El blindaje de las finanzas públicas ante las fluctuaciones del precio del cobre
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Hermann González
En las últimas semanas el precio del cobre ha caído de forma significativa en un escenario en que el dólar gana valor en el mundo, mientras se deterioran las perspectivas de crecimiento fuera de EEUU, particularmente en China, principal consumidor del metal. A inicios de diciembre el precio del cobre bajó de US$ 2,9 la libra, alcanzando niveles no vistos desde los meses posteriores a la recesión del año 2009, lo que encendió las alarmas en algunos que alertaron por la situación de las finanzas públicas el próximo año. Si bien el cobre es una fuente relevante de ingresos para el fisco, existen algunos atenuantes que debiesen mitigar esta preocupación.
El primero de ellos es el marco de políticas que protege a la economía de estas fluctuaciones. Por un lado, la flexibilidad cambiaria permite que, en un escenario de caída del precio del cobre, el tipo de cambio actúe como estabilizador automático, depreciándose y atenuando el impacto sobre los ingresos fiscales en pesos, que son los relevantes desde el punto de vista del gasto público.
Por otro lado, está la propia regla fiscal que blinda al gasto público de las fluctuaciones del precio efectivo del cobre. En concreto, el gasto que considera la Ley de Presupuestos para el próximo año no se pone en riesgo con el menor precio del metal, porque este se definió en función del precio promedio de los próximos diez años (US$ 3,07 la libra).
En segundo término está la fuerte caída que han experimentado los ingresos del cobre (minería privada y Codelco) como proporción de los ingresos totales en los últimos años, pasando de representar 34% el año 2006 a solo 9% estimado este año, como consecuencia tanto del descenso del precio del cobre, como de los incrementos de los costos de producción. Vale la pena recordar que el principal determinante de los ingresos fiscales es el crecimiento económico, no el cobre.
¿Significa esto que es irrelevante el precio del cobre del próximo año para las finanzas públicas? La respuesta es definitivamente no. Por un lado, los ingresos provenientes del metal aportarán el próximo año unos no despreciables US$ 4.300 millones a las arcas fiscales. Por otro lado, un menor precio del cobre que no es totalmente contrarrestado por una depreciación cambiaria reducirá los ingresos fiscales efectivos, elevará el déficit fiscal e incrementará las necesidades de financiamiento, las que eventualmente serán satisfechas con liquidación de activos en el mercado local.
Un escenario distinto que tendría efectos sobre el nivel de gasto público hacia delante, se daría si la baja reciente del precio del cobre se acentúa y es percibida como permanente por los expertos que se reúnan el próximo año a definir el precio de referencia del cobre para el año 2016. En ese caso, veríamos ajustes en la estimación de este parámetro que limitarían los espacios de crecimiento de gasto. Sin embargo, ese no parece ser el diagnóstico de los expertos en los últimos años, primando en sus estimaciones elementos como el alza de los costos, las favorables perspectivas de China y la lenta respuesta de la oferta, determinantes que de acuerdo con su visión y, más allá de las fluctuaciones de corto plazo, mantendrían al precio del cobre en torno a US$ 3 la libra en el mediano plazo.